Todo volvía a ser como antes: volvían a mirarse y sus cuerpos volvían a estar a escasos dos metros de distancia. Como antes de los meses calurosos de verano que interpusieron miles de kilómetros entre ellos.
Mientras la indiferencia e incluso la paciencia surgida tras la desesperación de tener que estar allí de nuevo se reflejaban en su rostro, en el de ella sólo se reflejaba una sonrisa irónica consciente de todas las diferencias que había respecto al anterior encuentro y que iban a suponer algo maravilloso e inolvidable.
Él ya no tenía ese poder electrizante que antes desprendía, pero el juego seguía existiendo. Al igual que existía en su mente el recuerdo de aquella noche veraniega que se convirtió en un infierno cuando coincidieron casualmente, sin la menor intención de saludarse el uno al otro y siendo realistas de la evasión del contrario.
Ya no llovía, si no que hacia una mañana fría pero soleada y ella se dio cuenta, rápidamente, de que esta vez ella tenía el control, puesto que sabía cómo hacerle pensar lo que quería que pensara. El juego perdía en su dificultad, pero seguía teniendo interés, así que decidió continuar la partida.
5 de octubre de 2008, 17:04 �
Voy a comentarte porque nunca te comento pero no porque me haya enterado de lo que iba esto xD aunque molaba eh! :P
muá
5 de octubre de 2008, 23:16 �
A ver Lucía Etxebarría pa cuando tu primer libro?
6 de octubre de 2008, 14:47 �
Qué complicado lo ponemos a veces ¿no? Me ha hecho gracia como describes que cuando se pone fácil, "pierde interés".
Muy bueno el relato, espero la segunda parte.
un beso
11 de octubre de 2008, 12:14 �
Dios...¬¬. Ahora todos los posts que escribes me los imagino con ese personajillo tan estresante y francamente no sé si acierto pero no quiero imaginarme cómo sigue la partida.
Saludos, te veo en 45 minutos!