Quiero que sepas que, un tanto preocupada (quién sabe que insensateces podría haber escrito hace ya tanto tiempo) y también curiosa, me puse a buscar esa entrada, tan antigua ya que parecía de otro mundo, y la encontré.

Y no era como la recordaba (de hecho y con perdón, era mejor de lo que recordaba). Todo eso lo pensé y de hecho, cuando me lo comentaste este año, seguí pensando lo mismo de aquel momento, de aquella sensación. Y ahora, releyendo los comentarios, me he dado cuenta de que el último de ellos era el más sabio: el que le quitaba importancia y admitía que eso iba a pasarme mucho.

Cuando lo leí sé que probablemente me pareció el más estúpido de todos y aquellos ofensivos e insultantes me reconfortaron más, pero tras todo lo sucedido el año pasado y el leerlo ahora, hace cambiar de opinión a cualquiera. Y aunque en aquel momento no asocié aquel hecho con el otro, tiempo después, en frío, sí lo hice. Claro que me iba a pasar más veces y de hecho lo hará: tan poco tiempo después lo comprobé con algo que dolió mucho más.

Sin embargo, aquello rápidamente se arregló y de aquel momento en adelante todo fue sobre ruedas, como se suele decir. De hecho, no olvidó las risas de las exposiciones de mi grupo y lo largas que se le hacían a la clase en general, lo rápido que yo hablaba, y, sobre todo, las fotografías de la obra de teatro y los ánimos a final de curso.

A pesar de todo, el comentario de hoy me ha descolocado muchísimo y tras la sorpresa inicial, me queda la intriga. Ya debes haber adivinado que este post es para ti, una de mis lectoras secretas (que no deja nunca comentarios, ejem, ejem, ejem). Considero que todo quedo arreglado hace mucho, pero por si acaso, no vaya a ser, vale más tarde que nunca. Eso sí, me gusta más Historia.