No quiso creer en lo que había perdido. Apagó el despertador que no paraba de retumbar junto a su cabeza, que había provocado que odiara ya el Para Elisa de Beethoven. Ya no era música, se reducía a un sonido estridente que hacia que un nuevo sábado volviera a comenzar, poco trascendente, poco llamativo bajo las nubes plomizas del otoño.
Lentamente, pensando cada uno de sus movimientos, se fue vistiendo: los vaqueros un tanto desaliñados, que se le caían debido a su extrema delgadez y a que no estaba de moda llevar la talla correcta; la camiseta de rayas, rayas horizontales, azules y negras; y otra camiseta de manga corta por encima, quién sabe si para resguardar de los cinco grados ambiente el pecho o el estómago; la chaqueta morada y el ya imprescindible pañuelo palestino a juego con quién sabe qué... A veces, cuando lo miraba, se preguntaba si tenía algún sentido oculto el llevarlo, esa moda extraña que se había extendido y que la mayoría de la gente no sabía siquiera de dónde provenía.
Metió los pies, embutidos en unos calcetines de tablero de ajedrez, en unos playeros nuevos, de marca, de esos de casi 100 euros el par que hoy en día cualquiera puede permitirse, a pesar de la crisis y el anticapitalismo y todas esas paranoias que oía de fondo por la radio, mientras su madre le llevaba en coche.
Bajó arrastrando los pies hasta la cocina, donde tenía el típico desayuno del sábado por la mañana: con las prisas por preparar a su hermana, por vestirla, peinarla, asearla, dos tostadas un tanto quemadas esperaban sobre la mesa. Al lado, lo que se suponía un envase de zumo vacío. Se dispuso a rascar el quemado de las tostadas mientras untaba de mermelada de fresa ambos trozos secos de pan, sintiendo la mirada desaprobatoria de su madre sobre su pelo, único motivo general de discusión en la casa.
Tras el ritual casi satánico del desayuno, se obligó a sí mismo a adecentarse el pelo: algún día tendría que cortarse el flequillo para que la gente supiera que tenía los ojos marrones y no de alienigena: completamente negros y sin distinción entre pupila e iris. Tras tres pitidos de su madre y aún arrastrando los pies, se zambullió en el asiento trasero del destartalado Citroën Xsara. Su hermana ya se había quedado totalmente dormida en su silla antes de que el coche empezara a moverse.
Cuando el coche paró ante el edificio blanco y él se apeó con una funda en la que se atisbaba un violín, su andar cambió, su pelo y su ropa dejaron de importar a cualquiera que le veía y es que, allí dentro, eran todos únicos, inigualables, completamente extraños, diferentes y desconcertantes quizá, pero con un brillo especial en los ojos cubiertos por el flequillo.
11 de noviembre de 2008, 18:29 �
Una mezcla muy buena =)
Necesitas salir, se nota xD Y esos calcetines de cuadros ... SC!!
Besos neni!!!
Para que veas que me paso (K)(K)
11 de noviembre de 2008, 20:29 �
Me ha gustado el relato. Tienes maneras de novelista.
Un saludo.
11 de noviembre de 2008, 21:29 �
Muy bueno, me gusta ese chico que has descrito, lo has dotado de mucha personalidad.
Escribes muy bien.
un beso
12 de noviembre de 2008, 16:42 �
Es maravillosamente fascinante el mundo que puedes encontrar cuando cruzas las puertas y te adentras en un mundo en el que esres una en un millón y a nadie le interesa que has hecho antes. En ese momento, todos somos iguales, y es genial.
A las pruebas me remito, aunque mi caso no sea exactamente igual.
Muchos besitos!!!
12 de noviembre de 2008, 21:56 �
Regalito!!!!:
http://www.youtube.com/watch?v=85V0-pEfEyU
El video que subtitule, espero que te guste
(K)
15 de noviembre de 2008, 12:09 �
Madre vaya mañanita que se gasta el personaje...es una mezcla muy extraña como de un montón de personas, me ha gustado el final mucho ^^
La ropa era rosa ñiñi, no? XD es que no me quedó muy claro.
Ale nos vemos dentro de unas horas, a ver si salimos y nos quitamos el agobio de encima.
Besitos.
16 de noviembre de 2008, 13:38 �
se me ha cortado el comment ¬¬
en resumen, que vaya estilazo que tiene el de los pies a rastras y que a ver si hablamos pronto..adentrado en la época de examenes v.v
6 de marzo de 2009, 8:49 �
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