La ociosidad provoca muchas actuaciones peculiares en las personas que están acostumbradas a una vida activa y desenfrenada (en el sentido bueno de la palabra). Una de esas actuaciones extrañas y destacables es la maldad.

Cuando ella está ociosa le da por pensar y no precisamente cosas para mejorar la vida del mundo. Le da por pensar cosas malvadas que la hacen reír de la forma que sólo ella sabe. Y entonces, todos la miramos sabiendo que cualquier cosa puede suceder y que nada podrá impedírselo. A veces provoca verdadero miedo.

En otras ocasiones, parece que es capaz de leer la mente. No sólo ella es malvada sino que sabe que nosotras también lo somos y disfruta con ello. Entonces nos transmite su idea malvada y resulta que sí, también debemos ser malvadas porque captando sus sútiles insinuaciones somos tremendamente felices y nos regocijamos en tanta maldad en la que, en este caso, no nos veremos involucradas. O simplemente captamos su maldad siendo conscientes de que es fantástico no estar en el punto donde caerá el rayo.

No es lo único que puede hacer. Ocurre que te mira y te transmite una idea con su mirada, porque eres capaz de imaginarte lo que está pensando y eres incapaz de no sonreír ante lo malvado del pensamiento que te está dejando observar. Eres incapaz de deducir qué hará la próxima vez, pero sí que eres capaz de conocer qué significan sus miradas.

Creemos que bromeamos, pero no está lejos de la realidad que ella es la que manda. La que tiene autoridad. Y no sólo aquí sino en el mundo: en ese mundo que la rodea y que cada día parece más suyo, y con razón. Sus teorías acaban por ser ciertas, (tan ciertas que aterroriza en ocasiones) y no tiene sentido negarlo: es una líder nata y por donde quiera que va, se percibe.